El conjunto escolar del Instituto de Enseñanza Secundaria Nuestra Señora de la Victoria y la Escuela de Enfermería de Málaga (edificada inicialmente como Escuela de Comercio) comparten un solar trapezoidal delimitado por el Paseo de Martiricos (al Oeste), Calle Toledo (al Norte), Avenida de Doctor Marañón (al Este), ambas de nueva creación en la fecha de la construcción de los edificios, y la pequeña calle Rioja, que delimitaba la separación de este conjunto con un núcleo de viviendas populares paralelo al Arroyo de los Ángeles, hoy derribadas. Actualmente el límite Sur lo compone un bloque de viviendas plurifamiliares y un centro comercial. Según el catastro actual, el solar se distribuye en 3.468 metros cuadrados para la Escuela de Enfermería (2.465 construidos) y de 7.994 metros cuadrados para el Instituto.
Los accesos a dichos edificios se encuentran en Paseo de Martiricos, uno para cada institución, y dos pequeños accesos por la Avenida de Doctor Marañón: uno a la vivienda del conserje del Instituto, y otra pequeña puerta por la misma avenida a la Escuela de Enfermería, hoy en desuso.
El actual conjunto que integra el Instituto de Nuestra Señora de la Victoria y la Escuela de Enfermería de la Universidad de Málaga deriva de un proyecto dividido al menos en tres partes (puede que incluso algunas más): el proyecto para «Capilla y salón de actos» en Málaga, de 1953; la «Escuela de Comercio de Málaga», 1957; y, finalmente, la «Ampliación de Escuela de Comercio con Instituto de Enseñanza Media» en Málaga, 1960. Estos proyectos como conjunto se realizan en varias fases: 1953, 1957, 1960 y 1963 (Díaz del Campo 2009).
En los inicios del proyecto de este complejo escolar, Fisac se plantea la idoneidad de configurar tanto el Instituto como la Escuela de Comercio en una sola planta, idea que se replantea al incorporar las áreas libres y campos de juego al resto del complejo, lo que le lleva a desarrollar ambos edificios en dos plantas, dejando las zonas de relación y desplazamientos como galerías abiertas que interconectan los módulos de los edificios.
Los proyectos para la construcción del Instituto se aprueban el 16 de julio de 1954 (BOE nº 178, del 27 de junio de 1954, p. 4364) y la subasta de obras ( BOE nº 294, del 21 de octubre de 1954, p. 7140) se adjudican a la Constructora Vita, S.A., en 421.209.314 pesetas el 10 de noviembre de 1954 (BOE nº 331, 27 de noviembre de 1954, p. 7868); los costes de construcción del instituto se revisan en 1960 sumando 494.394,48 pesetas al precio inicial (BOE nº 168, del 14 de julio de 1960, p. 9777). Posteriormente, en octubre de 1961 (BOE nº 201 de 23 de agosto de 1961, p. 12410), se aprobarán unas obras adicionales que consistirán en una crujía con nuevas aulas al oeste de complejo, en paralelo a la Avenida de Dr. Marañón. Este módulo de dos plantan se configurará con aulas que miran a los campos deportivos y pórticos abiertos hacia la calle. Estas mismas obras adicionales proyectan levantar otra crujia de aulas al sur del patio cerrando la comunicación permeable que mantenían el instituto y la Escuela de Comercio en ese punto. En 1966 se cambiará definitivamente el aspecto y la filosofía abierta al entorno del Insituto, al realizar otra línea de aulas ocupando los pórticos de Avenida de Dr. Marañón, blindando definitivamente el edificio hacia el exterior.
Por su parte, la aprobación del proyecto de obras para la construcción de la Escuela de Comercio se realizan en julio de 1955 (BOE nº 199 de 18 de julio, p. 4381 y BOE nº 2537 de 25 de agosto de 1955, p. 5260), y la adjudicación de las obras se da a la empresa Casto Susino González (BOE nº 274, del 1 de octubre de 1955, p. 5980).
El programa completo diseñado por Fisac para el Instituto comprendía siete aulas, tres laboratorios, un aula de dibujo, un museo de historia natural, biblioteca, gimnasio, secretaría, sala de reunión de alumnos, portería y zona de dirección, en la cual se incluía la sala de profesores, el despacho para el director y secretario. En todo el programa el arquitecto ha sabido valorar cada uno de los espacios según su necesidad, ya sea de iluminación según las clases (como por ejemplo el aula de dibujo donde utiliza ventanales en la cubierta en dientes de sierra orientadas al norte), ventilación cruzada en el caso de laboratorios, aislamiento acústico, etc., consiguiendo una orientación idónea en cada una de las partes del proyecto; de esta manera, el diseño del programa se desarrolla buscando las orientaciones más adecuadas para cada dependencia, y las relaciones entre estos espacios.
La configuración del conjunto se basa en la unión de módulos longitudinales de dos plantas mediante galerías sustentadas por unos pilares troncopiramidales típicos de la arquitectura de Fisac en estos momentos. Esta solución otorga valor a los espacios abiertos (espacios no construidos), creando lugares de relación gracias a los pórticos de hormigón y a la presencia de la vegetación en varios patios, (caso que actualmente podemos ver sólo en el patio de la Escuela de Comercio). De esta manera se despliega un concepto más espacial que volumétrico: las zonas abiertas y de recorrido, espacios en principio de orden subordinado, son las que configuran el edificio. La permeabilidad y el contacto de los espacios internos y externos del edificio con su entorno es una de las características fundamentales de la estudiada composición del complejo, hoy perdida en parte para ganar en seguridad gracias al muro perimetral construido ya en los años setenta.
Siguiendo los recientes estudios de Méndez (2012) sobre el conjunto escolar en Martiricos, podremos analizar el desarrollo de este proyecto (1955-1962). Indica la autora que el conjunto de esta obra nos introduce en un arco que abarca desde los años cuarenta hasta los sesenta, décadas en las que su arquitectura experimenta modificaciones que son un buen diagnóstico de lo que está ocurriendo en la propia arquitectura española del momento.
En una entrevista publicada en 1983, el arquitecto reconocía: «la investigación y lo nuevo me atraen mucho. Sí, me puedo equivocar, pero si creo que estoy equivocado, me paso al enemigo» (Thorne y Fisac, 1983, p. 101). Y es que, en efecto, la trayectoria de Fisac se ve atravesada en los años cincuenta por un cambio de rumbo significativo desde el territorio de lo que él mismo denominaba Novecento, es decir, la arquitectura del nuevo clasicismo como la cultivada por los arquitectos italianos del periodo mussoliniano, al ámbito de una modernidad más decidida. De acuerdo con lo que él mismo explica en la entrevista que acabamos de mencionar, su decantación, en un primer momento, por esa modernidad temperada de clasicismo se debió a la desorientación que experimentó al acabar la carrera, acorralado entre la crisis del Movimiento Moderno y los imperativos poco modernos del régimen franquista:
Era el año 42 y en España se consideraba que el Racionalismo, lo que se llama hoy Movimiento Moderno, estaba terminado y aquello era un camino fracasado. Era como si dijéramos un dogma. Además, en el ambiente se traslucía una actitud de que aquello no había dado resultado […] Por otra parte en España era un momento de un gran nacionalismo y se buscó una arquitectura historicista […] en aquella época estaban todas las construcciones nazis y el movimiento mussoliniano de la Exposición del 42. Todas aquellas cosas daban un ambiente muy propicio a un tipo de ‘novecento’. Yo empecé a hacer novecento, […] pero a mí no me convenció, veía que no iba a ninguna parte. Entonces pensé que había sido un poco ligero al pensar que el Movimiento Moderno se había acabado y me propuse estudiar un poco a fondo ese movimiento (Thorne y Fisac, 1983, p. 100).
Esta constatación le hizo emprender un viaje por Francia, Suiza, Dinamarca y Suecia, en los que el encuentro con el Pabellón Suizo de Le Corbusier y la Unidad de habitación de Marsella (en construcción) y, sobre todo, con Asplund y la arquitectura escandinava (cuyos empirismo y organicismo serán para los arquitectos del momento una fértil vía de repuesto al racionalismo), sirvieron de estímulos para emprender un camino de más abierta experimentación.
Pero antes, su obra malagueña da testimonio de esta evolución: un primer proyecto para edificios escolares en El Ejido (1944) son pruebas vivientes de ese clasicismo novecentista, mientras que la escuela de Martiricos, que deriva del proyecto del Ejido, es la prueba del Fisac decidido a incorporarse al camino de la arquitectura contemporánea.
En un primer momento, los terrenos elegidos para levantar este proyecto eran una explanada libre en la zona de El Ejido (1944), donde actualmente se sitúa el campus universitario. Este primer proyecto fue realizado por Miguel Fisac junto a Ricardo Fernandez Vallespín, colaboración conjunta para el Ministerio de Educación Nacional. Sitúa tres edificios en la plaza: un Instituto, la Escuela de Comercio y la Escuela de Trabajo. En este proyecto para edificios escolares se situaría sobre los terrenos que hoy ocupa la antigua Escuela de Magisterio (al Este), la Escuela de Peritos (al Oeste de la plaza) y el Instituto Cánovas del Castillo (al Norte). El lado Sur quedaría libre sobre una magnífica vista a la ciudad, abriendo la perspectiva al infinito sobre Málaga.
El análisis de la planta y alzados del primer proyecto de Fisac y Vallespín de 1944 para la Plaza de El Ejido, nos habla de una composición en «U» de perspectiva central y fuga al infinito, donde el edificio del Instituto ocuparía el centro de la composición en su lado Norte, y conformando los otros dos lados de la plaza de El Ejido para la Escuela de Comercio (a la izquierda) y una escuela de Trabajo (a la derecha). Composición axial del espacio totalmente clásica que también se traslada a las fachadas de los edificios. El edificio principal, el Instituto, se proyectaba con una imagen compacta, simétrica, articulada en dos grandes volúmenes regidos desde el centro con un gran pórtico monumental, que recuerda el diseño de estos autores para el edificio Central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, realizado por Fisac y Vallespín en el año 1943. Los dos primeros cuerpos del edificio se articulan en 15 calles de límpidos vanos rectangulares, y el último cuerpo, retranqueado, cambia esta estructura por vanos rehundidos, de menor tamaño y enmarcados en arco de medio punto.
El proyecto de “Edificios Escolares” se paraliza, y tanto el Instituto como la Escuela de Comercio se edificarán en un solar del Paseo de Martiricos, el actual Instituto Nuestra Señora de la Victoria y la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud. Este conjunto se proyecta, esta vez en solitario por Miguel Fisac (ca. 1952).
Solo queda aclarar que, de este proyecto pudo materializarse uno de los edificios, el que correspondía a la Escuela de Trabajo, constituyéndose como base fundamental de los proyectos que a partir de 1955 se realizaron en la zona de El Ejido, materializándose en el edificio de la Escuela de Peritos, actual Facultad de Bellas Artes.
Fisac escribía a propósito de los nuevos proyectos para el Paseo de Martiricos (1952-1953)
«De una parte el nuevo emplazamiento y de otra el tiempo transcurrido hacen que sobre el conocimiento y construcción de edificios escolares el arquitecto que suscribe tenga un distinto concepto del que tuvo cuando redactó el anterior proyecto, causa por la que ha considerado ser beneficioso el redactar uno nuevo […] Este conjunto arquitectónico se puede considerar dividido en tres etapas: una la estrictamente correspondiente a Instituto de Enseñanza Media; otra la que comprende la Escuela de Comercio y un tercer núcleo compuesto por servicios comunes de capilla y salón de actos» ( VV.AA., 2010, p. 220).
En el periodo experimental de la arquitectura de Fisac, los aspectos constructivos fueron ganando relevancia y «la delicada forma de los soportes, con apariencia de cartílagos, anuncia este modo de incorporar los aspectos tecnológicos mediante alusiones a fórmulas orgánicas» (Navarro Segura, 2003, p. 12). Fisac consideraba el Instituto Laboral de Daimiel, su pueblo, de 1953 (cuyo encargo se remonta a 1949), como la obra que marca el punto de inflexión de su carrera, y dijo acerca de este proyecto que «los espacios los estudié independientes para luego poder enlazarlos e investigar cómo podía componer todo aquello. Ese proceso realmente lo tiene cualquier edificio mío. Son una serie de cosas sueltas que van uniéndose formando una unidad y ésa es una unidad orgánica », (Thorne y Fisac, 1983, p. 101).
Méndez (2012) apunta que la forma orgánica de unir distintas células, junto al recurso a soportes delicados, son precisamente lo que destaca en el conjunto arquitectónico de Málaga. El Instituto Nuestra Señora de la Victoria, Escuela de Enfermería de Miguel Fisac, y los enlaces de sus células (aulas, capilla, oficinas, etc.) se logran por medio de un hábil sistema de patios porticados capaz de brindar espacios para esparcimiento, rodeados por el ritmo pautado de los «delicados» pilares troncocónicos y en escuadra, que constituyen la estructura y la poesía de este hermoso conjunto encadenado de estoas. Este sistema de pórticos concatenados que sirve para la conexión entre edificios aislados cuyas formas, sistemas de iluminación o dimensiones se adaptan a sus respectivas funciones educativas, produce una ilusión de pedagogía aún peripatética, para la que su revocado original en color blanco parece, al menos por lo que se puede inferir en las fotografías de la época de su construcción y ampliación, bastante más adecuado que el actual albero. Por estos mismos años, entre 1954 y 1957, en el Centro de Formación de Profesorado (que más tarde ha albergado distintas facultades de la Universidad Complutense de Madrid) también experimentaba Fisac esa sucesión de marquesinas, pabellones y patios abiertos para un centro educativo, y recogiendo, como en el caso de Málaga, el carácter aditivo que, según confesaba el propio arquitecto, tanto le había gustado en La Alhambra (Fernández Galiano, 2003, p. 40).
La obra malagueña, y en especial el actual salón de actos, en su origen capilla compartida por el Instituto y la Escuela de Comercio, es uno de los ejercicios más refinados de la arquitectura del siglo XX en la ciudad. Al exterior, la capilla-salón de actos dibuja un muro curvo algo aaltiano que concluye en una cristalera vertical con la altura del edificio y que sirve, en el interior, para modular la luz natural que se derrama uniformemente por la cabecera de la capilla (hoy ejerce las veces de escenario) a través de una vía de entrada lateral. Uno de los muros laterales es ciego; el opuesto, recibe iluminación de una banda oblicua de ventanas situadas en altura, que imposibilitan las vistas, pero no el paso de la luz. Fisac, conocido sobre todo como arquitecto de iglesias, postulaba una solución en abanico y convergente para el espacio sacro, lo cual redundaba en el logro de un efecto de dinamismo hacia el altar. Díaz del Campo explica que para conseguir esa sensación Fisac utiliza la relación que existe entre dos muros convergentes, uno de los cuales es «curvo, envolvente, liso, sin ningún punto concreto al que la vista pueda referirse», y agrega que el primer edificio donde se ensaya esta solución del «muro dinámico» es precisamente la de esta capilla en Málaga, condicionado por la circunstancia de que uno de sus lados fuera una medianera en la que no se podía abrir ningún vano: «Así, el muro derecho de la iglesia, sin ningún tipo de vano se vuelve inclinado y se prolonga sin solución de continuidad envolviendo por detrás el altar […]» y, como hemos dicho, el vano, situado en su extremo, consigue la iluminación lateral para el altar. La cualidad de este espacio sacro la brinda igualmente el carácter escalonado del techo. Había dado así con un hallazgo que se irá perfeccionando en una serie de proyectos (Díaz del Campo, 2009, pp. 221 y ss.). La curva de esta capilla es grácil, airosa, pero también misteriosa, metafísica, profunda: brinda el sabio diálogo de la precisión de su forma material con lo más ingrávido, lo infraleve, las partículas de luz.
Junto a la capilla y los pórticos, algunas cajas de escaleras que dan la impresión de estar hechas precisamente de vacío, permiten apreciar mejor esa definición de su disciplina que hacía Fisac: «un trozo de aire humanizado y bellamente delimitado».
«Toda arquitectura –escribía Fisac en «Mi biografía»- está ‘plantada’ en un paisaje. La realidad física, climática, cromática, ambiental, de este paisaje, son circunstancias que no es correcto desconocer: un punto de apoyo de mi arquitectura ha sido siempre el paisaje» (Fisac en VV.AA., 2010, p. 414).
En realidad, esta idea de enlazar con el paisaje era, como se sabe, uno de los correctivos que los arquitectos del momento estaban utilizando para atenuar el aparente divorcio del contexto que detectaban con disgusto en una parte de la arquitectura racionalista. Se relaciona con la necesidad de poner en práctica una idea de arquitectura como lugar, lo cual implicaría una especial ambientación de la arquitectura en el paisaje físico y en el paisaje humano, en sus dimensiones simbólicas, históricas, antropológicas, etc., para dejar de entenderla meramente como espacio, esto es, algo ajeno a dichas dimensiones. Cuando ese paisaje es, como en nuestro caso, mediterráneo, puede llegar a ser no solo un óptimo punto de partida, sino casi una tentación irrefrenable. Y, afortunadamente, así lo ha sido en algunos proyectos del propio Fisac, y de otros arquitectos, entre los que se encuentra quizá lo más granado del Movimiento Moderno en esta zona.
PL – IHS