La idea del ensanche del centro histórico hacia el este se desarrolló físicamente a partir de la década de 1960, mediante una gran vía que se abría en medio del tradicional barrio de El Perchel como un sventramento que lo dividió en dos partes; una autopista urbana que continuaría el eje Alameda-Parque flanqueada por una serie de piezas arquitectónicas exentas entre zonas verdes y espacios públicos, lo que contrarrestaría la densidad de población de la ciudad. Otra de las intenciones era la de comunicar la ciudad histórica con la barriada autárquica de Carranque.

Durante esta década se realizaron la mayoría de demoliciones y el nuevo trazado viario, que era competencia del Instituto Nacional de Urbanización (INUR). En 1971 se inauguró el nuevo puente que sustituiría al antiguo de Tetuán y que pondría en comunicación vehicular la Alameda Principal y esta nueva travesía urbana. Fue entonces cuando el proceso se aceleró con la venta y subasta de los lotes de solares.

Para contrarrestar la densificación urbana se propuso un diseño con piezas arquitectónicas exentas que se compondrían principalmente a partir de dos elementos constructivos: un bloque vertical que descansa sobre otro horizontal dispuesto a modo de basamento, quedándose así libre un gran número de metros cuadrados dispuestos para uso público, tanto viario como zonas verdes.

Se trata de un conjunto urbano ambicioso que formalmente podría haber aceptado una mayor altura en sus inmuebles, lo que hubiese dotado a Málaga de un skyline más interesante tras la pérdida del barrio de El Perchel.

Tras diversos planes para esta delegación, que fueron evolucionando formalmente desde el centralista de 1966, en pleno centro histórico, excepcionalmente el encargo pasó a los arquitectos de Málaga Caballero y Dorronsoro, que optaron por una idea completamente distinta inspirada en las tendencias internacionales. El inmueble finalmente se levanta en el nuevo polígono del Instituto Nacional de la Vivienda conocido como «Prolongación de la Alameda», que pretendía la descentralización del casco antiguo de la ciudad, ubicando aquí los nuevos servicios y administraciones.

El edificio parte de la concepción de un inmueble creado a partir de dos volúmenes: un elemento vertical, a modo de torre (laminar), descansa sobre otro bajo de mayor desarrollo en planta (cuerpo compacto cúbico), ya que el programa de necesidades lo exigía. El horizontal acoge desde el tercer sótano hasta la tercera planta, y queda «perforado» por cuatro patios casi simétricos, dos menores y dos mayores, uno de los cuales está abierto al exterior. El vertical parece independiente aunque no lo es, ya que hasta la tercera (planta de transición) es una prolongación del cuerpo cúbico, luego se eleva hasta la novena planta y se corona con otra de menores dimensiones.

La parte más novedosa en relación a los proyectos anteriores corresponde al tratamiento de la fachada a través de piezas de hormigón armado prefabricas, inspirada en la obra del arquitecto húngaro Marcel Lajos Breuer (1902-1981), a modo de módulos de 1,25 metros a partir del cual se configuran los alzados y el interior del inmueble a través de espacios cuyos lados son múltiplos de esta cifra. En el desarrollo de estas piezas fue indispensable la presencia del Ingeniero Industrial Herráiz. Este sistema abarata el presupuesto y agiliza la construcción. Para Málaga, la realización in situ de este sistema arquitectónico demostró la existencia de una auténtica modernidad.

Los motivos escultóricos se disponen en el acceso principal (sur), que se cubre con una gran marquesina que descansa sobre pilares y se flanquea por sendos relieves alusivos al Gasto e Ingreso Públicos, obra de Iglesias; y la vidriera con motivos matemáticos de Barbadillo.