La Estación de Autobuses malagueña, proyectada y construida por el arquitecto José Seguí Pérez entre 1985 y 1987, se despliega sobre un gran solar de más de 13.000 metros cuadrados, antiguo vacío urbano que amenazaba la vertebración de una antigua zona industrial de la ciudad. El edificio y la explanada que lo antecede se constituyen así en un espacio de ligazón entre puntos otrora inconexos, cosiendo un roto urbano; a tal fin, el edificio adquiere forma en una ligera y transparente estructura que, lejos de imponerse sobre los tráficos peatonal y vehicular desplazándolos a su perímetro, los asume e incorpora mediante una serie de alineaciones interiores que prolongan el trazado de las calles y acaban con el antiguo carácter intersticial del solar.

Dichas alineaciones interiores generan una serie de espacios públicos a modo de plazas y ejes peatonales que, a la vez que resolvían los problemas de reordenación y conexión entre sectores colindantes de la ciudad, organizaban la estructura interior del edificio. La zona de usos complementarios (cafeterías, comercios y oficinas), las dársenas de estacionamiento y las amplias zonas comunes quedan así integradas en una red de ejes peatonales que, actuando a modo de auténticas calles interiores, potencian la actividad urbana de este sector y lo conectan con la Estación de Ferrocarril. Los distintos volúmenes se despliegan mediante amplias galerías y pórticos a fin de acompañar a los viajeros en su entrada o salida de la ciudad y dirigir la circulación peatonal con un sentido marcadamente dinámico. Toda la planta baja del edificio es una cadenciosa sucesión de galerías de arcos y pórticos que recuerdan a los espacios públicos de la ciudad histórica.

La Estación de Autobuses revela su verdadera naturaleza en el modo en que se conjugan las distintas escalas, abrazándose los parámetros ideológicos de su momento; también en lo formal, ya que sus fachadas remiten a una idea de la arquitectura como síntesis cultural que tiende puentes con la historia. En este sentido, el edificio explicita la profunda huella dejada en su autor por los maestros de la Secesión vienesa como enunciantes de un tipo de modernidad escéptica que también parece animar las creaciones más vanguardistas de Málaga y la Costa del Sol en las décadas anteriores.

La fachada del hall de la Estación de Autobuses malagueña es justamente un remedo de la puerta del estadio Gerland de Lyon (1912-14), obra de Tony Garnier, enriquecido mediante el recurso a la torre en planos decrecientes de regusto orientalizante tan querida por los arquitectos vieneses; las del edificio de Seguí parecen derivar directamente de la torre del bruselense palacio Stoclet (1905-1911), de Josef Hoffman. Toda la planta baja del edificio, sin embargo, remite conceptualmente a la gran tradición mediterránea de la plaza y la calle porticadas mediante sus amplias galerías de arcos y pórticos de ladrillo que sintetizan los distintos modos de transición del espacio exterior al interior en la arquitectura. El interior precisamente se articula mediante secuencias de esbeltas arquerías de ladrillo que establecen un ritmo y proporción abstraídos de lo clásico, situándose en el recuerdo las composiciones evocativas de la arquitectura romana del Moneo de época.

IVV